
Con pocos cambios en su situación desde la formación del Gobierno «más progresista de la Historia», la juventud de extracción popular del Estado español sigue sufriendo una alta precariedad laboral. La tasa de paro en 2024 fue de 11,3%, la única por encima de los dos dígitos en Europa; pero si nos fijamos en la población joven, esta cifra se incrementa en un 150% (26,6%). Además, ese mismo año el 60,5% de contratos a personas jóvenes fueron temporales. Muchos de estos trabajos son en verano y en sectores particularmente precarios como la hostelería, el reparto de comida a domicilio o los contact centers.
Estos puestos de trabajo en los que la demanda de empleo aumenta en verano por parte de la juventud comparten varios denominadores comunes: convenios laborales malos que ni siquiera se cumplen, comités de empresa colaboracionistas, jornadas laborales largas, pago de horas extra en negro, contratos fraudulentos realizados a través de ETTs y salarios míseros. Empezando por los malos convenios y los comités de empresa comprados, podemos decir que las condiciones recogidas en los convenios son horribles porque los sindicatos pactistas mayoritarios, CCOO y UGT, siguen firmando todos los convenios propuestos por la patronal; y para mayor inri, en muchos establecimientos ni siquiera se respetan. Después tenemos las jornadas laborales largas (cuando existen y la jornada no la cambian de un día para otro) y el pago de horas complementarias en B, vulneraciones que principalmente afectan a camareros y repartidores y que se deben, respectivamente, a la obligación impuesta a los trabajadores de realizar actividades auxiliares y de atender a todos los clientes y a la avaricia del empresario que busca ahorrarse las cotizaciones a la Seguridad Social de sus trabajadores.
Por último, tenemos a las ETTs y los bajos salarios: las ETTs son las grandes responsables de la precarización laboral en nuestro país, sirviendo principalmente para contratar fraudulentamente a personas con contratos por «fijo discontinuo» que se prolongan indefinidamente y que acaban sin pagar una indemnización por despido improcedente.
Pero la precariedad laboral de estos trabajos de verano no solamente impacta las condiciones materiales de vida de la juventud obrera, sino también su salud mental. Los contratos temporales, las largas horas y la vulneración de derechos afectan psicológicamente a las personas jóvenes. La corta duración de estos contratos genera ansiedad y miedo al futuro. La falta de contribuciones a la Seguridad Social se convierte en un foco de estrés. Además, muchas mujeres, especialmente en la hostelería, sufren una fuerte discriminación de género, soportando una brecha salarial por su empleo en categorías inferiores en su lugar de trabajo, ejerciendo muchas camareras con contrato de ayudante.
Frente a esta situación, desde la JCPE sabemos que la única alternativa es la organización de la juventud en la lucha por sus derechos, contra la explotación y la precariedad. Si los trabajos de estos sectores son de los más precarios, es porque la patronal y los empresarios han conseguido aprovechar la desmovilización y la falta de acción de los sindicatos del pacto social para explotar a quienes acceden a sus primeros trabajos o los trabajadores estacionales. Por esta razón, entre muchos jóvenes cala la idea de no movilizarse al ser «un trabajo de paso» o que es para sacar algo de dinero mientras estudian. Pero si esto es así, más motivos para luchar por la organización de nuestra clase, como dijo el Che Guevara: «Si el presente es de lucha el futuro es nuestro».